San
Miguel Arcángel
Muchos que lean esta publicación se
preguntaran “¿y qué es la Misa tradicional?”
Hay que reconocer que las nuevas
generaciones de católicos nacidos durante o después de la década del 60 (década
en la cual se reunió el Concilio Vaticano II) no han asistido nunca a una Santa
Misa en su rito tradicional. Es más, incluso desconocen que la misa que se reza
habitualmente en la mayoría de las iglesias no es la misma a la que asistieron
cuando aún eran niños- sus padres, sus antepasados… y toda la Cristiandad,
durante casi 20 siglos.
Este desconocimiento de por sí es
perjudicial. Pero es mucho más doloroso todavía que aquellas personas que, por
su edad, llegaron a conocer el rito tradicional de la Misa, hoy crean que lo
único que ha cambiado en la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana es el
idioma en que la Misa se rezaba, pasando del latín al español.
No es así. La Misa de siempre,
aquella que la Iglesia Católica Apostólica Romana rezó hasta 1969 no tiene nada
que ver con la misa nueva, inventada en la década del 60, que hoy se dice, ya
no sobre altares, sino sobre mesas.
Esto de pensar que la Misa
tradicional, a la que se da también el nombre de Misa de siempre, es lo mismo
que la misa nueva, es un error tan difundido que hasta hay un gran número de
sacerdotes de buena fe, que cumplen con sus obligaciones y son piadosos, que
realmente lo creen. Veamos un poco la historia de la Misa tradicional para
darnos cuenta de las grandes diferencias que hay entre la Misa de siempre y la
nueva.
ORIGEN Y DESARROLLO DE LA MISA
TRADICIONAL.
Durante los siglos I y II, las
palabras con las que Nuestro Señor Jesucristo consagró el pan y el vino en la
Ultima Cena antes de su Pasión y su Muerte en la Cruz, fueron rodeadas por una
liturgia todavía inicia y que fue —poco a poco—extendiéndose por el Oriente y
por el Occidente. Esto lo sabemos por numerosas observaciones y escritos de la
época, de San Clemente, San Ignacio, San Justino y Santa Irene. Ya en el siglo
IV el rito romano de la Misa estaba plenamente cristalizado: era durante el
Pontificado del Papa San Dámaso (años 366-384).
Si bien todas las partes de la Misa
se encontraban ya en siglo II, en el siglo IV apareció una herejía consistente
en querer “simplificar” la Misa, volviendo exageradamente a formas primitivas.
Este tipo de herejía, llamada “arcaísmo o arqueologismo”, Se repitió varias
veces más en la historia de la Iglesia, y fue condenada, por última vez, en
nuestro siglo, por S.S. el Papa Pío XII en su encíclica Mediator Dei.
También en el siglo IV, una secta de
herejes llamados “arríanos” negaron la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo
comulgando con la mano. Como otros grupos de herejes, los arríanos ponían de
manifiesto un evidente deseo de cambiar la fe modificando la liturgia. Esto es
muy grave, ya que si se modifica la oración, también se modifica la creencia.
Siguiendo con la historia, vemos que
hasta el Papado de San Gregorio Magno (590-604) no existió un Misal oficial que
contuviera los textos propios de cada Misa del año. San Gregorio se ocupó de
que fuera redactado un Liber Sacramentorum, esto es, un libro con la liturgia
pontifical: puede decirse que en este Misal ya casi se contenía la misma Misa
tradicional, tal y como ha llegado hasta nuestros días, pues sólo unas pocas
modificaciones más fueron hechas por el Papa San Pío V, quien se encargó de
codificar en forma definitiva el Misal Romano, tras el Concilio reunido en la
ciudad italiana de Trento.
Por lo tanto, puede asegurarse que la
Misa tradicional, o Misa de siempre, que también se llama Misa de San Pío V
(por haber sido codificada por este Papa) o Misa tridentina (ya que fue
codificada luego del Concilio de Trento) no es otra que la Misa de rito romano
tal cual la encontramos en sus partes más importantes durante el siglo IV, y
que fue impresa por primera vez en un Misal por San Gregorio Magno. También hay
que decir qué las oraciones del ofertorio —que podrían datar de los siglos VII
y VIII—, no fueron adoptadas por Roma sino hasta el siglo XI. Sin embargo, el
Canon de la Misa que es donde podemos encontrar las palabras de la
consagración, aparte de algunos retoques hechos por San Gregorio Magno, alcanzó
con el Papa San Gelasio I (492-496) la forma que ha conservado hasta hoy. La
única cosa sobre la cual los Papas han insistido siempre desde el siglo V ha
sido la importancia de adoptar el Canon de la Misa de rito romano, ya que se
remonta nada menos que al mismo Apóstol San Redro, el primer Papa de la
historia de la Iglesia Católica, elegido por Nuestro Señor Jesucristo en
persona.
En lo que concierne a las otras
partes de la Misa, como por ejemplo los propios, se respetó el uso de las
iglesias locales.
Desde este momento, la Misa
tradicional atravesó la Edad Media sin sufrir cambios importantes, excepto el
agregado de algunas oraciones al ofertorio y pequeñísimas variaciones de
detalles, sin duda en relación con los usos locales antiguos de las diferentes
iglesias. Así las cosas, con la llegada de una nueva época histórica, llamada
el Renacimiento, surgió un movimiento denominado naturalismo, que atacó las
bases sobrenaturales de nuestra religión católica, y se cometieron algunos
errores. Fue durante ese tiempo que un Papa, Clemente VII (que reinó entre los
años 1523 y 1534), por querer hacer entrar a la Iglesia en un proceso de
adaptación al mundo, aceptó nuevas oraciones donde se invocaban “dioses”
mitológicos tales como Baco y Venus. La historia nos demuestra así que hasta un
Papa puede equivocarse en el tema de la Santa Misa. Y no por eso deja de ser el
Papa.
Decíamos recién que el Papa Clemente
VII quería adaptar la Iglesia al mundo. Pues bien: la idea de los obispos del
Concilio Vaticano II ha sido la misma que animaba a aquel Papa equivocado, que
terminó por aceptar oraciones a falsos dioses. (…)