“El sistema del Milenarismo mitigado
no puede enseñarse sin peligro”
Suprema Sagrada Congregación
del
Santo Oficio
Santo Oficio
Condena del
milenarismo mitigado
(Decreto de 19-21 de julio de
1944.
A.A.S., XXXVI, 1944, p. 212.)
A.A.S., XXXVI, 1944, p. 212.)
I. Traducción en español,
seguida del original, en latín:
seguida del original, en latín:
Últimamente, más de una vez se
preguntó a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio lo que se debe
pensar del Milenarismo mitigado, que enseña que Nuestro Señor
Jesucristo, antes del Juicio Final, se produzca o no previamente la
resurrección de muchos justos, vendrá visiblemente a esta tierra para reinar.
Habiendo examinado el tema en
la reunión plenaria del miércoles 19 de julio de 1944, los Eminentísimos y
Reverendísimos Señores Cardenales encargados de velar por la pureza de la fe y
de las costumbres, después de oír la opinión de sus consultores, decretaron
responder: el sistema del Milenarismo mitigado no puede enseñarse sin
peligro.
Y, al día siguiente, jueves,
20 del mismo mes y año, Nuestro Santísimo Señor Pío XII, Papa por la Divina
Providencia, en la habitual audiencia concedida al Excelentísimo y
Reverendísimo Señor Asesor del Santo Oficio, aprobó, confirmó y mandó publicar
esta respuesta de los Eminentísimos Padres.
Dado en Roma, en el Palacio del Santo Oficio, el
día 21 de julio de 1944.
[Postremis hisce temporibus non semel ab hac
Suprema S. Congregatione S. Officii quaesitum est, quid sentiendum de systemate
Millenarismi mitigati, docentis scilicet Christum Dominum ante finale
iudicium, sive praevia sive non praevia plurium iustorum resurrectione,
visibiliter in hanc terram regnandi causa esse venturum.
Re igitur examini subiecta in conventu plenario feriae IV, diei 19 Iulii
1944, Emi ac Revmi Domini Cardinales, rebus fidei et morum tutandis praepositi,
praehabito RR. Consultorum voto, respondendum decreverunt, systema
Millenarismi mitigati tuto doceri non posse.
Et sequenti feria V, die 20 eiusdem mensis et anni, Ssmus D.N. Pius
divina Providentia Papa XII, in solita audientia Excmo ac Revmo D. Adsessori S.
Officii impertita, hanc Emorum Patrum responsionem approbavit, confirmavit ac
publici iuris fieri iussit.
Datum Romae, ex Aedibus S. Officii, die 21 Iulii
1944.]
_____________
II. Comentario autorizado
concomitante;
traducción seguida del original, en francés:
traducción seguida del original, en francés:
ERROR MILENARISTA
(in: Nouvelle Revue
Théologique,
n.º 67, de 1945, pp. 239-241.)
n.º 67, de 1945, pp. 239-241.)
Como dan a entender las
primeras palabras del documento, a este decreto lo precedió una respuesta del
Santo Oficio, datada en 11 de julio de 1941, al Arzobispo de Santiago de Chile,
país donde el error milenarista parecía propagarse con mucha fuerza, a causa
–entre otros motivos– de una renovación del interés por el libro Venida del
Mesías en gloria y majestad, obra póstuma de J. J. Ben-Ezra (seudónimo de
Manuel Lacunza) que ya se había incluido en el Índex en 1824. Esta respuesta se
encuentra reproducida y comentada en el número del 15 de abril de 1942 de los Periodica
(t. 31, p. 166-175). El decreto actual la retoma, omitiendo sin embargo esta
restricción: “secundum revelationem catholicam”, que se leía después de las
palabras: “docentis scilicet”, y substituyendo “corporaliter” por
“visibiliter”.
El decreto afirma, por tanto,
que el milenarismo (o quiliasmo), incluso mitigado o espiritual, según el cual
Cristo retornaría de forma visible a la tierra, para reinar en ella, antes del
juicio final, precedido o no por la resurrección de cierto número de justos,
[el decreto afirma] que una doctrina tal no puede enseñarse sin imprudencia
respecto a la fe. Como la respuesta de 1941 añadía: “Excellentia tua enixe
vigilare curabit ne praedicta doctrina sub quocumque praetextu doceatur,
propagetur, defendatur vel commendetur sive viva voce sive scriptis
quibuscumque” [N. do T. – “Vuestra Excelencia se ocupará de vigilar con cuidado
porque, bajo pretexto alguno, no se enseñe, propague, defienda o recomiende la
mencionada doctrina, ni de viva voz ni por ningún tipo de escrito, sea cual
fuere.”], no debe entenderse el “doceri” solamente como enseñanza o predicación
públicas, sino como todo y cualquier medio de propagar o recomendar la teoría.
El decreto posee, además, alcance doctrinal, e implica que la propia teoría no
es segura desde el punto de vista de la fe.
Bien sabido es que el
milenarismo, heredado del judaísmo, encontró durante los primeros siglos de la
Iglesia ecos entre los cristianos e incluso entre ciertos Padres: Papías, San
Justino, San Ireneo, Tertuliano, San Hipólito fueron, en diversos grados,
milenaristas. No obstante, entre otros, Orígenes, San Dionisio de Alejandría y
sobre todo San Jerónimo y San Agustín se opusieron a esta doctrina y, ya “en el
Concilio de Éfeso, se menciona el milenarismo de la siguiente manera: las
divagaciones y los dogmas fabulosos del infeliz Apolinario”… “Aunque el
quiliasmo no ha sido calificado como herejía, la sentencia común de los
teólogos de todas las escuelas ve en él una doctrina ‘errónea’ a la cual
ciertas circunstancias de las edades primitivas pudieron arrastrar a algunos
antiguos Padres” (Cf. E.-B. Allo, O. P., Saint Jean, L’Apocalipse, 3ª.
edición, pp. 307-329). La fe de la Iglesia no conoce sino dos venidas de
Cristo, y no tres. El principal texto sobre el cual se apoyan los milenaristas
es el difícil capítulo 20 del Apocalipsis de San Juan; sin embargo, sea cual
fuere su sentido, debatido entre exégetas, ningún comentador católico sostiene
la interpretación milenarista.
G. GILLEMAN, S.I.
[Comme les premiers mots du document le laissent
entendre, ce décret avait été précédé d’une réponse du Saint-Office, en date du
11 juillet 1941, à l’Archevêque de Saint Jacques, au Chili, où l’erreur
millénariste semblait se propager assez fort, grâce, entre autres causes, à un
renouveau d’intérêt pour le livre « Venida del Mesias en gloria y Majestad
» œuvre posthume de J. J. Ben-Ezra (pseudonyme de Manuel Lacunza) déjà mis à
l’index en 1824. On trouvera cette réponse reproduite et commentée dans le
numéro du 15 avril 1942 des « Periodica » (t. 31, p. 166-175).
Le décret actuel la reprend en omettant cependant cette réstriction :
« secundum revelationem catholicam », qui se lisait après les
mots : « docentis scilicet », et en remplaçant
« corporaliter » par « visibiliter ».
Le décret affirme donc que le millénarisme (ou
le chiliasme), même mitigé ou spirituel, selon lequel le Christ reviendrait de
façon visible sur terre, pour y régner, avant le jugement dernier, précédé ou
non de la résurrection d’un certain nombre de justes, qu’une telle doctrine ne
peut être enseignée sans imprudence relativement à la foi. Comme la réponse de
1941 ajoutait : « Excellentia tua enixe vigilare curabit ne praedicta doctrina
sub quocumque praetextu doceatur, propagetur, defendatur vel commendetur sive
viva voce sive scriptis quibuscumque », le « doceri » ne doit
pas s’entendre seulement d’un enseignement ou d’une prédication publics mais de
tout moyen de propager ou recommander la théorie. Le décret a d’ailleurs une
portée doctrinale et implique que la théorie elle-même n’est pas sûre au point
de vue de la foi.
On sait que le millénarisme, hérité du judaïsme, trouva, dans les
premiers siècles de l’Eglise, des échos chez les chrétiens et même auprès de
certains Pères, Papias, saint Justin, saint Irénée, Tertullien, saint Hippolyte
furent à des degrés divers millénaristes. Mais, parmi d’autres, Origène, saint
Denys d’Alexandrie et surtout saint Jérôme et saint Augustin s’opposèrent à la
doctrine et déjà « au Concile d’Ephèse, on nomme le millénarisme : les
divagations et les dogmes fabuleux du malheureux Apollinaire»... «Quoique le
chiliasme n’ait pas été noté d’hérésie, le sentiment commun des théologiens de
toute école y voit une doctrine « erronée » où certaines conditions des âges
primitifs ont pu entraîner quelques anciens Pères» (cfr E.-B. Allo, O. P., Saint
Jean, L’Apocalipse, 3e édition, p. 307-329). La foi de l’Église
ne connaît que deux avènements du Christ et non pas trois. Le principal texte
sur lequel s’appuyaient les millénaristes est le difficile chapitre 20 de
l’Apocalypse de saint Jean ; mais quel qu’en soit le sens, discuté entre
exégètes, l’interprétation millénariste n’est retenue par aucun commentateur
catholique.
G. GILLEMAN, S.I.]
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